martes, 5 de junio de 2012

INSTINTO BÁSICO



Me estoy aficcionando a escribir sobre experiencias de otras personas en consulta. Cada persona se sienta frente a mi con una historia única y cada historia me ayuda a aprender más sobre la vida y cómo nos esforzamos por lucharla o vivirla y en qué medida somos creativos incluso para autodestruirnos lentamente. Aunque hoy no contaré la historia de un dolor a fuego lento si no la historia de un instinto básico: el de superación.
Esta historia surge de un drama personal, de una ruptura de pareja y de un padre con dos hijos, huérfano emocional. Una historia de roles aprendidos y confundidos donde la esencia masculina es la dominancia y la dureza agresiva, que deja de lado su parte emocional. Una historia de armadura forjada desde la infancia, donde un niño sensible lloraba su miedo a la soledad. Historia de un adulto marcado por las exigencias del guión: debes ser, debes llegar, para tener éxito y ser respetado tienes que, un hombre no llora, tienes que ser fuerte y no mostrar ninguna debilidad, a ser un hombre se aprende con disciplina, déjate de ñoñerías y ve a estudiar, has de ser un hombre de provecho, has de ser (abogado, economista, médico, ingeniero, banquero...) como tu padre, tu abuelo... y lentamente el niño fué arrancándose dolorosamente de sus mismas entrañas hasta desaparecer. Ni llorar, ni temer.


La historia de un hombre, de un adulto que se reencontró con ese niño desarraigado y abandonado, para de nuevo establecer una relación de afecto con él. Llegar a comprenderle, a sentirle y a quererle otra vez. A respetarle con sus emociones, sus debilidades, sus alegrías y optimismos, sus miedos y angustias, sus ilusiones y proyectos. 
Un reencuentro con un niño emotivo y sensible que le quitó la coraza y le enseñó a disfrutar de sus sentimientos, incluso le ayudó a compartirlos y a enteder los de los demás.
Y cuando ese proceso de integración finaliza y se asienta y su yo más fuerte está, la vida le pone a prueba y empieza a mover sus más firmes legados: ruptura empresarial y crisis financiera, duelo personal, problemas con su nueva pareja, dificultad de nuevo en la paternidad, problemas en la relación con sus hijos, desestabilización social, ansiedad, dolor, miedo... y de nuevo enfrentarse a lo más temido: que el "fracaso" (donde basó su propia autoestima por la presión social) le lleve a la no aceptación ni el amor de otros e irremediablemente a la soledad. 
Uno cuando tiene miedo al abandono, empieza en muchas ocasiones por abandonarse a sí mismo.
La aprobación de los demás no le ayudará a  resolver sus problemas. De hecho, con frecuencia, de los que más aprobación se espera (que a veces no llega por más que uno intente ganársela) puede que no estén por la labor de ayudar cuando las cosas funcionan de peor manera (vuelven las críticas y los reproches a su "incapacidad" para gestionar su vida) y de nuevo esa soledad le vuelve a confrontar ante sí mismo.
Y en esta tesitura está cuando empieza a ser consciente de su propia soledad ante los aprendizajes y experiencias de su vida, aunque este mismo hecho también le recuerda a gritos su valía personal y la fuerza de sí mismo con independencia de la opinión de los demás. Ya superó experiencias en otras ocasiones. Ese es su éxito personal. El proceso de desprenderse de lo que le hace depender de alguien o algo externo y la decisión consciente de dejarlo correr.
Y es una historia de supervivencia emocional donde niño y adulto se reconcilian en un trabajo conjunto por su bienestar. El miedo a "perder" lo que uno no tiene, impide que uno se observe con lo que ya está. La vida pone circunstancias más o menos pasajeras a nuestro alrededor y nosotros podemos aprender de experimentarlas o quedarnos en el dolor. Confía en tí mismo. Pase lo que pase lo que está en tí permanecerá. Utiliza tus recursos. Actúa ahora con lo que tienes y deja de divagar con lo que no existe o no controlas. Se consciente de tí mismo y maneja tu realidad. La verdad te hará libre. Cuando tu verdad te ponga difícil la sonrisa, cree en tí y empieza haciendo ese gesto. Algo tan sencillo como sonreirle a la adversidad te ayuda a aceptar la prueba para salir de ella más fuerte.

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