Se acabaron los días en que te acuestas tarde y te levantas tarde o te levantas pronto para irte a hacer deporte porque tienes todo el día para descansar, e incluso, para cansarte de descansar, para hacer todo lo que quieres incluso para no hacer nada y saber que tienes todo el día para ponerlo en práctica. Y así, un día tras otro vas alargando los plácidos momentos de ocio. Despejando tu mente de las tensiones del año, haciendo lo que más te gusta o cualquier cosa.
Y llega la tormenta del verano poniéndole hora a ese fin vacacional y pensando que porqué cuando eras pequeño el tiempo pasaba mucho más lento...
La vida sigue e irremediablemente tu vuelta al trabajo y tu rutina habitual. Ello hace que uno experimente un cierto desánimo que, si bien es hasta
cierto punto lógico y normal, puede llegar a derivar en el llamado
síndrome de la depresión post-vacacional si no se sabe controlar.
La vuelta a la
rutina puede provocar síntomas tanto físicos como psicológicos. Normalmente, cuando el síndrome postvacacional -también llamado
prelaboral- se manifiesta físicamente, no es más que una somatización de
un malestar psíquico. Cansancio, falta de apetito y
concentración, somnolencia o insomnio, taquicardia y dolores musculares
son algunos de los síntomas de este mal. En el aspecto psicológico, el
síndrome postvacacional provoca irritabilidad, ansiedad,
tristeza, pasotismo y una profunda sensación de vacío.