miércoles, 12 de septiembre de 2012

Sexo en la infancia








Hay una duda frecuente entre los padres, que en muchas ocasiones me transmiten, que es cómo afrontar determinadas prácticas sexuales descubiertas con su hijos pequeños  solos o con sus hermanos, familiares cercanos o amigos de edades similares. Existen algunas conductas con tintes eróticos o puramente genitales que les han generado preocupación. En este artículo me gustaría destacar algunos aspectos de la sexualidad infantil para tranquilidad de los adultos.
Para muchos padres sus hijos crecen ante sus ojos, ven que se van haciendo mayores.  Ante cualquier duda sobre las etapas de su desarrollo consultan al pediatra o a otros padres con una experiencia previa. Así, conocen la edad aproximada a la que se espera que gatee, ande, hable, coma... Pero ¿qué ocurre con el desarrollo sexual de los niños? Muchas veces por vergüenza o tabú no preguntamos y hay que recordar que el hecho de negar o no saber no significa que no esté ocurriendo.


La sexualidad infantil pasa por una serie de etapas que constituyen su desarrollo normal:

Desde que nacen hasta los dos años: los niños establecen una relación con la madre (sobre todo) y se van a ir desarrollando las conductas de apego y vinculación a través del contacto. El apego y la separación constituirán el núcleo de su personalidad y la sexualidad del sujeto en el futuro.

A partir de los dos años hasta los 6 aproximadamente: se adquiere un mayor desarrollo de capacidades cognitivas que les ayuda a comprender el mundo que les rodea. Podemos hablar de curiosidad informativa hacia ese mundo que le rodea, curiosidad por lo físico y lo emocional, y también en el plano sexual. Preguntan y curiosean sin límites, exactamente igual que lo harán con su cuerpo y las relaciones de pareja o afectivas. A los dos años se suele fantasear con casarse con el progenitor, presumir ante él o quererse meter en la cama con papá o mamá. 
El niño empieza a comprender las relaciones y saber qué algo ocurre entre sus padres, sin que lo entiendan muy bien aún, pueden aparecer conductas de celos hacia uno de los padres. Aquí hay que fortalecer los lazos de amor y afectivos de los padres hacia el niño para aumentar su seguridad, confianza y estabilidad afectiva. Esta etapa se supera de forma natural.
La curiosidad que siente en esta etapa se hace extensiva también a su sexualidad. El niño explora su propio cuerpo y las sensaciones que va percibiendo. Aquí se corre el riesgo de que la actitud de los adultos no sea colaboradora. 
El niño curiosea con su cuerpo y el de otros (siendo o no su mismo sexo), siendo este el primer paso para conocerse y desarrollar su autoconcepto (imagen de uno mismo) y autoestima (valoración de uno mismo) adecuados. Los niños e exploran tocándose y en determinados puntos les gusta y continúan haciéndolo. Es natural y hay que comprenderlo sin castigarles o prohibirles que lo hagan. Si persiste o es pública, mejor hablamos con el niño y le decimos que es bueno lo que hace y está bien pero que lo haga en privado, de forma que pueda entendernos. Deben evitarse los gestos de desaprobación, los silencios o la incomodidad, porque se convierten en un cúmulo de mensajes para los niños que influyen de manera notable en la percepción que tendrán sobre su cuerpo. Es evidente que el niño o la niña van a sentir curiosidad por el otro u otra. 
Cuando el niño crece alrededor de los cinco años descubre la diferencia con el cuerpo de los demás y de nuevo su curiosidad le lleva a explorar el cuerpo del otro. Juegan a desnudarse, a tocarse. Como son naturales y no tienen condicionamientos sociales si quieren ver el cuerpo de una niña, lo piden y así lo miran juntos. Para ellos es lo natural.
Los padres deben responder a la curiosidad de sus preguntas sin reprenderles o enjuiciarles y crear un clima cálido que permita la comunicación para que el niño encuentre respuestas en los adultos a los que quiere y en los que confía, de aquello que desea saber. Hay que dar siempre la información que necesitan. Salirse por la tangente y decirles que eso ya lo sabrán cuando sean mayores, no les ayuda. Hay que responder cuando surge la pregunta porque ahí es cuando el niño necesita saber esa información.
Les encanta imitar a los adultos, jugando a ser maestros, médicos, enfermeros, cocineros,  conductores, ser novios, besarse... es la forma que tienen de hacer suyo el mundo del adulto. Lo que les atrae y llama la atención, lo imitan. Puede que solo lo hayan visto una vez y que tú como padre ni te hayas dado cuenta o no le hayas dado importancia. Pues, después, probablemente su curiosidad, que no su entendimiento, les lleve a imitar y probar.

A los siete - diez años de edad: en esta etapa comienzan las actividades autoexploratorias y autoestimulatorias que pueden generar angustia en los mayores y provocar reacciones reprobatorias hacia el menor si no se contemplan como naturales y no se juzgan ni se intentan corregir. En esta etapa tiene una especial importancia el proceso de identificación e imitación de modelos de conducta sexual, que comienzan a definir las actitudes ante la sexualidad y los modos de relacionarse en los planos erótico y afectivo. En este periodo el niño y la niña son más autónomos, se manejan mejor en el mundo real y conocen su identidad sexual. Por otra parte, la escuela adquiere una mayor importancia en su desarrollo, aunque de poco sirve en esta disciplina si el mundo académico continúa sin aportar ningún tipo de educación sexual reglada. Es un periodo en el que las prohibiciones en todo lo concerniente a lo corporal y a lo sexual se hacen mucho más explícitas. De ahí que las conductas sexuales se hagan menos espontáneas y abiertas, sean más sutiles y ocultas, y logren pasar desapercibidas a ojos de los adultos. De manera errónea, estas conductas pueden llevar a considerar esta etapa como de desinterés sexual o periodo de latencia. Sin embargo, persisten los juegos sexuales, que, aunque adquieren unas motivaciones añadidas, parten de la curiosidad como elemento básico. El niño y la niña se afirman en lo que conocen por observación de la conducta de los adultos; son conscientes de las sensaciones físicas y emocionales asociadas al contacto y la cercanía física; experimentan la excitación sexual y la relación afectivo-sexual con su grupo de iguales. Por ello, las actitudes de reprobación o castigo por su curiosidad pueden tener una influencia negativa en el desarrollo posterior de la esfera psico-sexual de la persona. A medida que va creciendo hasta los diez años, parece que las conductas de este tipo van desapareciendo hasta que en la preadolescencia vuelven a aparecer las dudas y las preguntas. 
Si ha habido una comunicación adecuada en la infancia, es posible que en este momento los púberes se sientas cómodos preguntando a sus padres. Cuanto más ajustada y real deis la información, mejor para su curiosidad y su salud psico-sexual.

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