En un post anterior, hablé de cómo lograr la madurez afectiva y en este, voy a intentar adentrarme un poco más en la madurez (o en su falta) afectiva y sus consecuencias cuando se está en pareja.
En psicología se define la madurez emocional como la capacidad de aceptar a las personas y las cosas tal y como son. La madurez es algo que vamos consiguiendo a través de vivir. Las experiencias que vamos adquiriendo desde nuestra más tierna infancia y la forma en que nuestros padres nos educaron, es lo que ha ido dando forma a nuestro carácter y al desarrollo más o menos adecuado de nuestra inteligencia emocional.
La madurez es el cúmulo de experiencias que acumulamos cuando se nos permite expresarnos, luchar por nuestros ideales, aceptar las frustraciones, los fracasos, conocer nuestras emociones y reacciones... Sin embargo, cuando somos educados en la sobreprotección y el mimo, por exceso, y la pasividad, la rigidez de normas, la inflexibilidad de ideas o la carencia afectiva, por defecto, se aprende a vivir con un bajo nivel de independencia ("me solucionan todos los problemas, deciden por mi, me dicen qué pensar, me juzgan o limitan el afecto si pienso diferente, me refuerzan agradar constantemente y ser débil...") o un gran estrés (agresiones a su autoestima, a su validez personal y a sus derechos). Estas situaciones hacen que cuando la persona se desarrolle, no haya elaborado e integrado una buena madurez emocional, es decir, una inteligencia emocional adaptativa y sana.