miércoles, 10 de julio de 2013

AMORES QUE NO CONSIGO OLVIDAR...


La mente humana es un mundo maravilloso. Un operador orgánico receptor de cantidades ingentes de información. Un procesador de bits que recibe, analiza, selecciona y aglutina experiencias en cada uno de los receptáculos apropiados. Es un almacén de recuerdos que nos permite recuperar elementos personales e íntimos de nuestra historia pasada cuando queremos y, a veces, sin mediar decisión alguna.
Aquello que se ha experimentado como intenso, es lo que quedará grabado en nuestro cerebro de manera especial. 
¿Qué pasa con la intensidad del amor? Ese primer o ese gran amor que, a base de ser recordado, ha creado un circuito mental propio donde se han fijado intensamente nuestros recuerdos. Estos fueron incorporados en un potente contexto emocional. A más intensidad de las emociones, más recordaremos esa vivencia. En el caso del amor, mejor recordaremos a esa pareja.
Pero ¿por qué me viene ahora? ¿Por qué no consigo quitármelo de la cabeza?

Por un lado, sabemos que ese recuerdo que vivimos con añoranza en este momento, no es más que eso, un recuerdo. Algo que formó parte de mi pasado y que ya no volverá. Por la misma situación ni volverá ni podré actuar sobre ello y, aún así, recuerdo agradablemente cada uno de los detalles románticos que viví.
Mi cerebro reconoce que hay que decidir. ¿Qué sentido tiene revivir una y otra vez una situación que no existe? Sabemos que hay que cortar esa situación pero no podemos evitar recordar imágenes y sentir de nuevo en nuestro cuerpo el melancólico pasado.
Pensamos que el tiempo lo cura todo y nada más lejos de la realidad. El tiempo satura la información negativa de las experiencias y nuestra memoria selectiva decide -por nuestra autoestima- quedarse con lo mejor del momento. 
El cerebro tiende a buscar salidas que ayuden en ese proceso y, en muchas ocasiones, se boicotea generando añoranza por los momentos positivos vividos, lo que generaba diversión y emociones positivas que, aún siendo ciertas, no fueron suficientes para mantener la relación a flote. Las emociones tardarán más en curarse pero la mente que necesita controlar y manejar la situación también ha de liberarse de las trampas que ella misma se genera en momentos desesperados.
Nuestra tendencia natural es idealizar a la pareja cuando ya no está con nosotros y el tiempo inicia la distorsión de los recuerdos, generándose mucha angustia y dudas, llevándonos a tomar decisiones poco realistas como querer volver con esa persona, llamarle, obsesionarse con ella y, al final, acabar sufriendo de nuevo.
Nuestra labor es quedarnos con lo mejor de lo vivido y saber que la otra cara de la moneda también existió. Sin que se convierta en la motivación principal -recordar lo negativo de la experiencia para no olvidar el daño que sufrí, o lo mal que lo pasé- hay que integrar tanto un aspecto como el otro de lo compartido con esa pareja. Hay que afrontar el duelo afectivo.
La idea no es olvidar a ese gran amor sino aprender a aceptar la realidad del pasado, sabiendo poner un punto final y no unos puntos suspensivos que generen recuerdos que alimenten un futuro esperanzador. La dificultad está justamente en este punto donde uno decide y apuesta por seguir con su vida presente cada día de su vida.
No hay porqué olvidar el pasado. Forma parte de nuestra vida, de lo que somos en este momento, de lo que llegaremos a ser en el futuro. A pesar de la agradable nostalgia -que puede visitarnos de vez en cuando- también podemos recibir la visita de otros sentimientos, como la culpabilidad, que nos sigue arrastrando a atarnos a un pasado que ya no tiene solución o sentimientos traumáticos y dolorosos que renuevan la experiencia de otras épocas más caóticas.
En los casos donde el recuerdo todavía es una herida emocional, habrá que integrar la información de esa vivencia para encontrar un sentido a lo vivido y desde ahí poder integrar para que nos sirva de  motor en el presente. No se trata de entender los por qué de otros sino el para qué tuyo.
Poder analizar la experiencia una vez superado el dolor, hará que te refuerces a ti mismo, conociéndote más y aumentando tu seguridad personal para afrontar situaciones afectivas cuando no funcionan. Así, dejarás de sufrir de forma absurda por algo que ya no está y que forma parte de un pasado personal.
Afrontar el dolor de la pérdida y extraer el coraje para afrontar las experiencias propias como parte del proceso de la vida misma, ayudan a elaborar antes el proceso del amor perdido y salir airosamente de él, sin cargas obsesivas para el futuro.



"Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna".
Oscar Wilde


4 comentarios:

  1. Me encanta Rosa. Sobre todo la frase de los por qué y el para qué. Además me va a venir muy bien para una sesión con un paciente.

    Besos.

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    1. Pues me alegro mucho Sandra. De eso se trata, de dar ideas. Un abrazo para Asturias!!!

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  2. me ha encantado esta entrada! muchas gracias Rosa

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