¿Eres de esas personas a las que les encanta encontrar una excusa para poder aplazar y dejar cualquier cosa para otro momento más adelante? ¿Te haces listas interminables en tu cabeza o en tu agenda que pasas al siguiente día y al otro y al otro...? y ¿te importa un pimiento que sean cosas realmente poco importantes como aquellas que realmente son importantes para tu propio bienestar?
Sí... eres un procrastinador. Te has entrenado para ello. Eres duro con las decisiones. Sabes postponerlas ad infinitum. Eres un artista de la procrastinación.
La postergación: el hábito de aplazar, el arte de dejar las cosas para mañana al ser repetido sistemáticamente acaba impidiendo nuestros objetivos.
El objetivo que realmente se consigue actuando de este modo es el de autoagredirnos, engañándonos diciéndonos que mañana conseguiremos aquellas cosas que deseamos. Al no hacerlas, vamos mermando nuestra autoestima, disminuye nuestra autoconfianza y dudamos de nuestras propias capacidades.
Las consecuencias: inicialmente, cuando decidimos postponer una tarea, generamos un falso alivio y parece que nos relajamos pero cuando lo hacemos con frecuencia nos vamos desgastando emocionalmente ya que generamos en nosotros, ansiedad, falso control, frustración y culpabilidad. Acabamos rindiendo menos y esto nos puede afectar a varios niveles en nuestro día a día.
Lo paradójico es que tendemos a postergar lo que hemos decidido hacer. ¿Será que nos asusta valorarnos negativamente y preferimos no enfrentarnos a la situación por miedo a que salga mal?
Qué nos lleva a aplazar: